sábado, 26 de octubre de 2013

Vivir entre sus brazos

Bajo los rayos del sol, un cálido día de julio del verano de 2013 apareció él a lo lejos, ella no podía dejar de mirarlo, sintió la necesidad de hablar con él y así lo hizo, estuvieron juntos hablando largo rato, la llevó a casa y cuando llegó se dio cuenta de que seguía queriendo hablar con él, contactó con él y acordaron verse en el mismo sitio al día siguiente. Estuvieron quedando varios días, era muy fácil estar juntos. Él se fue de viaje unos días en los que no dejaron de hablar y de desear el momento del reencuentro. Cuando él regresó se vieron una lluviosa noche, pasaron muchas horas juntos riendo y abrazándose, él le regaló una rama de lavanda y ambos se fueron a casa con ganas de besarse. Siguieron quedando los días consecutivos, esas ganas cada vez aumentaban más; el 15 de julio él pasó a buscarla, pasaron juntos la tarde y al llevarla de regreso a casa la pidió tímidamente un beso, a lo que ella respondió con una amplia sonrisa. Una bonita noche ella le enseñó un lugar que para ella era mágico en el que estuvieron bajo el cielo estrellado. Unos días más tarde otro viaje les separó, dándoles tiempo a pensar en el rumbo de los acontecimientos, ella estaba decidida de seguir adelante y él se iba convenciendo. Con el paso del tiempo cada vez se veían más frecuentemente, cada vez se querían más... hasta que llegó el día en el que se dieron cuenta de que juntos eran felices y que estaban compartiendo grandes momentos, de tal forma que lentamente se fueron dando cuenta que lo único que necesitaban era la compañía del otro y sus manos entrelazadas. Cada día que pasa, cada minuto juntos son momentos mágicos, que hace que les anime a seguir adelante. Las únicas limitaciones son las que uno mismo se ponga.

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