
No sabía cuánto tiempo llevaba andando, estaba cansada, sedienta y hambrienta, sentía que le empezaban a fallar las fuerzas, a cada paso que avanzaba sentía como sus piernas flaqueaban, hasta que no pudo seguir avanzando y cayó rendida sobre la ardiente arena, sus ojos fueron cerrándose hasta sumirse en la oscuridad.
Despertó al sentir una mano sobre su hombro, era cálida y reconfortante, se giró para comprobar que no era su imaginación, y ahí estaba él, dedicándola una sonrisa. Tras recuperar fuerzas la ayudó a levantar y le ofreció su mano para continuar juntos su camino.
Al lado de él se sentía segura, él guiaba sus pasos, su compañía y su deslumbrante luz la alentaban, la oscuridad se disipó.