
Llega la media noche, llega la hora de la lujuria, de volver a fundirse en su piel. Ahí está, esperando, se monta en el coche y arranca, el ambiente comienza a llenarse de una tensión palpable, cuanto más avanzan más se siente esa atracción insólita. Al fin el coche se detiene, tras unos segundos de miradas furtivas se lanza ferozmente a sus brazos, agarra el bajo de su camiseta y le despoja de ella, recorre su pecho con besos y mordiscos hasta llegar a sus caderas, le quita los pantalones lentamente dejando un recorrido de besos y caricias a su paso; se aparta y se queda observando su cuerpo... entierra la cabeza en su cuello y se pierde en su perfume.
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